Mi madre me advierte como siempre. Ten cuidado. Vuelve pronto. Salgo radiente,
repeinado, alegre. Es medio día y voy a comer a casa de mi abuela. Es toda una aventura
para mí coger el treinta y cuatro y recorrer todo Madrid desde mi ventanilla hasta llegar a
Cibeles. Me gusta observar a la gente que sube y baja del autobús, los edificios, las
tiendas, como el conductor cambia de marcha. Habren las puertas. Es el final de trayecto.
Despreocupado y ansioso acelero el paso. Giro y enfilo la calle libertad. Mi abuela me abre
la puerta del portal. Cogemos el ascensor hasta el último piso y subimos los últimos
peldaños que acceden al palomar. Hay una cazuela de albóndigas esperándome. La
claraboya ilumina la estancia. Un baúl ancestral guarda los enseres menos usados. Mi
abuelo me besa efusivamente. Me gusta ir a casa de mis abuelos.
SC