He estado ausente. Las drogas han tranformado las configuración espacial de mis conexiones neuronales. El resultado a sido un yo no reconocible.Extraño. Con la mirada perdida en el horizonte. Sin un límite definido. Sin una meta definida.
Las relaciones sociales han mermado considereblemente. Al igual que mi cuerpo y que mi mente.
Estoy dejándolo, a trancas y barrancas, con efectos en mi sistema nervioso incalculables. La aceleración progresiva de mi metabolismo, el volver al yo de antaño, el dejar de ingerir los psicofármacos malditos conlleva una serie de cambios biológicos en mi organismo que me desestabilizan en progresión geométrica. La tolerancia de mi mente y de mi cuerpo a estas sustancias tóxicas no permite abandonarlas. El costo es extraordinario. Los efectos secundarios tardarán en dejar de manifestarse. El insomnio, las taquicardias, las pesadillas, la presión creciente del ser estalagtitico que está colgado en el techo de mi cabeza, el zumbido continuado y permanente de mis oidos, las perdidas momentaneas del equilibrio, los mareos extraños, mi conducta imprevisible, mi comportamiento modificado, mi todo, mi yo, yo. El futuro incierto será presente, volveré aunque transformado, el presente dejará de ser y el pasado será un inquilino continuo en las celdas de los millones de cajones que componen mi deteriorada memoria.
La regeneración neural, aunque a un nivel bajo, existe. La plasticidad nueral será la encargada de mostrarme como un ente equilibrado, aunque, con todo seguridad, será una equilibrio intestable, como yo mismo. Inestable y ansioso.
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