Me despierto dentro de mi poco confortable cueva. En la cúspide de mi bóveda craneal
sigue desarrollándose un ser alienígena, nuclear, ramificado, fractal. Envuelve todo cuanto
me rodea. Mi percepción sensorial se distorsiona. Presiona con fuerza mi masa cerebral,
mi encéfalo. Hay ocasiones en que es insoportable. Me levanto soñoliento, me pongo las
zapatillas y bajo las escaleras. Mi impulso es hoy mil veces mayor que cualquier otro día.
Mi determinación es irrefutable. Cojo la catana de encima de la chimenea, la desenvaino,
me arrodillo sobre la alfombra. Sutil y lentamente se aloja en mi cuerpo. Mi conciencia se
desvanece. El ente maléfico muere. Mi cueva se derrumba. Mi aparato psíquico deja de
funcionar. No existo.
SC
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